No me costó trabajo dilucidar que el haber soñado con monos era debido a haberlos visto en la jaula del alemán; pero en cuánto a Elena Ivánovna, el caso era distinto. Para decirlo de una vez: yo la amaba, pero con el afecto de un padre, ni más ni menos. Lo que me induce a formular esta conclusión es que muchas veces sentí deseos de besarla en su tersa frente o en sus sonrosadas mejillas. Y, aunque jamás lo hice, he de confesar que hubiera rehusado a besarla en los labios. Y no sólo en la boca, sino tambien en sus dientecitos, que se parecían a un collar de perlas en cuanto se reía..., lo cual era muy frecuente.
El Cocodrilo - Dostoievski
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