Por las noches se levanta, semidormida. Se conduce al baño con ganas de cagar y mear. Sin darse cuenta, prende la luz y el estractor a la vez. Y no lo hace conociendo el inmundo olor que deja cuando caga.
Y aquí viene lo genial de ella y lo fabuloso de su técnica: una vez de espaldas al inhodoro, a 80º con el suelo, ya lanza su pedo y sus primerísimas gotas de pis.
Para sorpresa de Manuel el espectador, que mira por un hilo de luz que regala la puerta, ella jamás se moja la bombacha. Eso sí, deja el estractor prendido impidiendo que la casa descance.
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